¿Por qué es tan difícil subir la baja autoestima?

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¿Por qué es tan difícil subir la baja autoestima?

La autoestima corresponde a la estima y la valoración subjetiva que la persona hace de sí misma. Cuando es medianamente buena, el individuo tiene un aliado útil para confrontar y sobrellevar las exigencias del mundo en todos los niveles. Cunado es baja, se vuelve su peor enemigo, en el plano emocional y práctico, porque transmite un mensaje de poco merecimiento, efectivo para minimizar cualidades, sabotear logros y crear un sentimiento negativo acerca de sí mismo, que lo aleja de los logros, la felicidad y la plenitud. Entre los extremos de la muy baja y la muy alta autoestima, hay un amplísimo rango de niveles, en el que se mantienen todas las personas a lo largo de su vida, de manera bastante estable. Tiende a ser un rasgo de personalidad relativamente sólido, aunque modificable, tanto a través de circunstancias externas que modifican el autoconcepto, como del trabajo interno que busca activamente sustituir creencias y afectos. Cuando se identifica una baja autoestima como una de las causas de depresión, ansiedad, fracasos o cualquier otro tipo de problemas, se suelen poner en práctica diferentes medidas para modificarla, que pueden ser exitosas o no provocar ningún cambio, cuando el origen es antiguo y pervasivo, llevando así a mayores sentimientos de autodevaluación y fracaso.

La autoestima se constituye en edades muy tempranas, ya antes de los seis años. Hasta esa edad el niño se encuentra en una especie de estado de trance, en el que absorve los mensajes del mundo externo sin filtro alguno. El cerebro aún no ha madurado en esa etapa, por lo que funciona básicamente con ondas delta, las mismas presentes en los estados hipnóticos. Estos son momentos de sugestionabilidad tal, que cuando alguien esta hipnotizado llega a acatar, involuntaria e incuestionadamente, cualquier tipo de órdenes recibidas durante el trance. La orden se transforma en mandato interno y cobra una fuerza tal, que al preguntar al ex hipnotizado la razón de su conducta, llega a ofrecer creativamente alguna explicación a sus actos, sin saber que sencillamente está obedeciendo a lo que se le indicó hipnotizado. La orden que pasó al subconsciente, se ejecuta desde ahí, libre de cuestionamiento y totalmente justificada.

Algo similar ocurre al niño durante los años formativos, hasta esa edad se encuentra en una especie de estado de hipnosis, durante el cual, sin mayor esfuerzo, el ambiente que lo rodea va moldeando su concepto del mundo y de sí mismo, inscribiendo los parámetros como conducirse en la sociedad y la manera de relacionarse consigo mismo y con los demás. En su “trance” internaliza como verdades y graba en la memoria celular, todo lo que observa y escucha, como el material constitutivo del contenido de su inconsciente. Desde ahí, ese material actúa en forma de programas o esquemas que dirigen acciones, toman decisiones, construyen relaciones, conciben la dinámica de los vínculos y elaboran conflictos mentales. De ahí la frase (de repartida procedencia, por lo que no menciono su autor): “Dadme a un niño los primeros siete años de vida y te mostraré al hombre”.

"Cambiar la baja autoestima desde la mente consciente es una tarea difícil, por más que racionalmente se sepa que no está justificada".

La autoestima se construye inseparable del concepto de sí mismo: quién soy; cómo luzco ante los demás; cuánto valgo; cuánto merezco; para qué sirvo; qué cualidades tengo; cuáles son mis defectos; cuán apreciado soy; a quién le importo; qué y cuánto tengo que aguantar; qué no me corresponde soportar; cuánto tengo para dar, hasta cuándo puedo pedir o qué tengo derecho a exigir, son algunas de las preguntas que el niño se respondió en la infancia, a través de la interpretación que hizo de lo que vivió en esa etapa, en especial con sus otros significativos (padres, hermanos, maestros). Estas concepciones son irreductibles a la lógica, porque no están sostenidas por la racionalidad, en tanto se forjaron antes de llegar a transformarse en un ser racional. De manera que, mediante aprendizaje intelectual, se puede “saber” que el propio valor no se diferencia del del otro, pero no necesariamente éste sea un sentimiento del que la persona con baja autoestima se apropie. Se puede por ejemplo reconocer que físicamente se tienen algunos rasgos bien parecidos, sin sentirse una persona atractiva o, ejecutar un trabajo impecable, pero no sentirse merecedor(a) de reconocimiento. Las comparaciones que pudieran resaltar cualidades dignas de aprecio, no sirven para rescatar valor, salvo quizás desde una perspectiva concreta y objetiva, aunque siempre merecedora de descalificación por algún flanco. De hecho, las comparaciones son la fuente de reforzamiento principal de la baja autoestima, por la habilidad que se desarrolla para encontrar detalles que en la comparación justifiquen la negación del propio valor, a través cualquier hecho concreto interpretado a su desfavor. El nivel de conciencia sobre la diferencia entre lo que se aprecia objetivamente y el valor que se le otorga es muy variable. A veces el individuo ni siquiera es consciente de su baja autoestima, ni la vislumbra como el titiritero que mueve sus conductas, acciones y decisiones con los hilos de los sentimientos de minusvalía y desmerecimiento.

Una frase dicha por la madre ante un evento cualquiera, con una determinada expresión facial y acción consecuente, lleva a que el niño identifique emociones, asigne significados, establezca relaciones causa efecto y traduzca su posición en el mundo y con los demás; todo lo cual queda enlazado en una red de asociaciones interconectadas, guardadas en el inconsciente. La estimulación mediante el recuerdo de alguno de los aspectos de esta red, activa los demás: la inter conexión de los conceptos los fortalece y facilita el reforzamiento de cualquier elemento que se haya debilitado. Así la red vuelve a lo conocido, a la inercia, el status quo y la estructura que conforma la personalidad. Mientras más se hayan repetido en la infancia las experiencias que llevaron a reforzar esa red de significados y creencias, más fijada está, por lo que el cambio es más difícil y lento. Si las vivencias que llevaron a una baja autoestima son muy tempranas (antes de los 3 años), es más complicado de abordar, porque por lo general no están mediadas por el lenguaje verbal, sino que forman parte de la memoria implícita, que siendo inconsciente es más difícil de procesar mediante la palabra; es una memoria que se actúa, más que se verbaliza.

"mediante aprendizaje intelectual, se puede “saber” que el propio valor no se diferencia del del otro, pero no necesariamente éste sea un sentimiento del que la persona con baja autoestima se apropie".

Cambiar la baja autoestima desde la mente consciente es una tarea compleja, por más que racionalmente se sepa que no está justificada. Durante el trabajo personal se pueden identificar los mecanismos de su conformación, a través de la identificación de los mensajes transmitidos en edades tempranas, que actuaron moldeando la autoestima en la niñez. Esto sucede debido a que es común seguir observando en la familia durante la adultez, la misma actitud y calidad de interacción, que forjaron el concepto de sí mismo en la niñez, como una obra de teatro que se actúa a repitición, con los roles y conductas asignados a los actores eternamente inamovibles. Salvo en familias que atraviesan por un proceso consciente de revisión y reestructuración de la dinámica familiar, lo más común es que el tipo de vínculo establecido en la infancia, se preserve a través del tiempo, sea para bien o para mal. Esto facilita rastrear la formación del concepto de sí mismo, deslindar los mecanismos de su conformación en esas palabras, actitudes y miradas escultoras que se siguen viendo en los otros, ahora recibidas con rebeldía y rechazo -si ha habido un trabajo de concientización-, o con anuencia -cuando el origen no ha sido descubierto, ni cuestionado.

La identificación del cincel y su acción no necesariamente resultan suficientes para desmantelar la creencia de sí mismo profundamente instaurada, pero es un avance en el proceso de rescatar un concepto más saludable. El 95 % del contenido de la mente es inconsciente y desde ese pequeño 5% del observador consciente, por mas dispuesto a indagar y descubrir, no hay igualdad de fuerzas para deshacer programas autoejecutables.

"las comparaciones son la fuente de reforzamiento principal de la baja autoestima, por la habilidad que se desarrolla para encontrar detalles que en la comparación justifiquen la negación del propio valor, a través cualquier hecho concreto interpretado a su desfavor"

La psicoterapia devela la idea de sí mismo como fuente de auto saboteos. Con frecuencia la baja autoestima es el común denominador de rasgos y conductas muy variados como falta de cuidado personal; tendencia a involucrarse en relaciones irrespetuosas y abusivas; preferencia por trabajos que exigen un mínimo de las habilidades que se tienen u otros que explotan esas habilidades con remuneración injusta; resistencia a disfrutar de placeres hedonistas; incomodidad al ser centro de atención; rechazo a la posesión o exhibición de bienes atractivos, etc. La compleja red que la autoestima teje alrededor de todos los aspectos de la vida y la personalidad impide su desmantelamiento con acciones superficiales dirigidas sólo a cambios de conducta, sin atravesarlas con autoobservación consciente. Addemás de cambios de conducta, se deben re significar vivencias, cuestionar creencias y restablecer un modelo de vinculación consigo mismo y los demás desde una visión reinterpretada.

Así, es común seguir "consejos para subir la autoestima" sin alcanzar cambios verdaderos o duraderos, porque por lo general van dirigidos a realizar acciones para resolver el problema, que justamente no se pueden realizar porque el problema mismo lo impide. Hay que ir a la causa más que a la consecuencia. Es cierto que es muy importante afrontar los miedos y hacer lo que más se teme, porque el observarse logrando cambios incide postivamente en la modificación de la creencia, de ahi su efecto terapéutico, pero requiere de por sí mucha disposición, conciencia y voluntad, que en los casos muy severos no se tiene de entrada y hay que trabajarla primero.

Es cierto que es muy importante afrontar los miedos y hacer lo que más se teme, porque el observarse logrando cambios incide postivamente en la modificación de la creencia, de ahi su efecto terapéutico.

Para lograr el cambio se debe atravesar un proceso de reaprendizaje acompañado con la vivencia emocional; esto es posible gracias a la plasticidad cerebral. A cualquier edad, con el debido tiempo, revisión, reconceptualización y reafirmación, se pueden debilitar las memorias sobre aprendidas, alterar patrones previos y construir otros que se manifiesten en creencias y conductas distintas. Para que el trabajo tenga alcance debe ser minucioso, ya que las redes mentales que han establecido todas las asociaciones son complejas y en su mayoría inconscientes. Muchos aspectos permanecen ocultos, hasta que algún evento dispara una asociación reveladora de conflictos desconocidos, sostenidos por memorias olvidadas, que requieren ser re transcritas una vez concientizadas, para poder abrir espacio al cambio. Por tanto, el trabajo debe ser constante y continuo, dirigirse no sólo a las conductas reafirmadoras, sino al contenido del pensamiento y desde ahí reestructurar el sistema de creencias sobre el que se asienta la valoración de sí mismo.

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