¿Qué se necesita para tener relaciones sanas?

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¿Qué se necesita para tener relaciones sanas?

Las relaciones en general y en especial las de pareja requieren un buen grado de salud mental, para que sean -esencialmente- un espacio de amor, disfrute, crecimiento, apoyo y buena compañía. Eso requiere de un continuo trabajo personal y de la incesante disposición a asumir la responsabilidad del buen funcionamiento de la relación. Cuando alguien insiste mucho en la obviedad de que la responsabilidad es compartida, por lo general es porque está más concentrado(a) en buscar lo que el otro hace para generar los conflictos, que en ver su propia contribución. Las condiciones aquí descritas refieren al aporte de salud mental invertido por uno mismo en la relación; es un trabajo personal que coexiste con asumir esa responsabilidad, por tanto, deben desarrollarse en cada quien, no exigirlas al otro. De todos modos, trabajarse para tener esas condiciones y vivir según ellas, aumenta las probabilidades de relacionarse con personas que también las tengan.

Que no temas que la relación se pueda romper, porque así no te vendes al miedo. No vivir bajo el temor de perder la relación habla de un apego seguro, de haber internalizado relaciones afectivas estables, sólidas y confiables. Si eso no se aprenció en la infancia, toca trabajarse en psicoterpia. El temor a perder la relación conlleva usualmente a ponerse en segundo plano para hacer lo que sea por salvarla, sacrificando tranquilidad, dignidad y autenticidad; justamente aspectos que más bien se requieren para que la relación funciones mejor.

Que te respetes, para que los límites estén claros. Relacionado con la inseguridad de temer perder la relación, si no hay respeto por uno mismo, no se establecen los imprescindibles límites. Paradójicamente esto genera irrespeto en los demás. Cuando te respetas, como consecuencia respetas al otro, lo cual es una de las condiciones esenciales de las relaciones duraderas.

Que honres el origen de lo que sientes, para que puedas manifestarlo con dignidad. Esto tiene que ver con dos aspectos: el primero se relaciona con respetar y amar quien eres, sin juzgar, ni cuestionar lo que proviene de ti. El segundo, con asumir que lo que se ve y se siente viene de uno mismo, sin culpar nada externo como causante, porque eso siempre puede ser debatido y rebatido.

Que sepas que no tienes la verdad en la mano, porque así dejas de querer controlar lo incontrolable. Y lo incontrolable son los demás y el devenir de la vida.

Que te conozcas, para así respetar la individualidad del otro. Conocerse implica reconocer e identificar el origen de nuestra manera de ser; por tanto, entendido esto en uno, conlleva a aceptar que la manera de ser del otro está enraizada en su propia historia, que, al no poderse cambiar, tampoco pueden cambiarse sus resultados.

Que estés consciente de tu inherente libertad, para que reconozcas tu decisión detrás de cada situación. En cualquier situación en la que estemos, interna o externamente, hay una decisión detrás, la mayoríaa de las veces inconsciente. La libertad radica en que siempre se puede elegir de otra manera, una vez identificada la decisión.

Que te perdones, para que sepas que no tienes nada que perdonar al otro. Primero debemos estar dispuestos a vernos inocentes, para ver inocencia en el otro; sentirnos culpables lleva a querer culpar al otro, para liberarse de la ansiedad. Perdonar es reconocer que no hay nada que perdonar; rescatar que el evento se percibe y se interpreta y que ver daño es una elección.

Que sepas que tu valor no requiere pruebas, para no exigir reconocimiento de los demás. La tranquilidad de reconocer el propio valor, que es el mismo que el del otro y de todos, ahorra el esfuerzo por demostrarlo y la expectativa del reconocimiento, dos factores que pueden crear desgaste dentro de la relación.

Que te ames mucho, para que puedas amar mucho. No se puede dar lo que no se tiene y el amor es el nutriente primordial para una relación sana. Además, siendo que se recibe lo que se da, entonces ese empezar amándose uno mismo, asegura un intercambio de amor, un dar y recibir (que no dar para recibir) tan enriquecedor para ambos, al final, la razón de todo el esfuerzo.

Como ves, no se trata de claves acerca de conductas para poner en práctica, como: una cuidar la comunicación, darse espacio, compartir actividades recreativas, etc. Esas cosas son importantes, pero hay que tener claro que son mucho más fáciles de alcanzar cuando están presentes las aquí expuestas, porque la repercusión de éstas es más profunda, y cuando existen, "el hacer" pasa a un segundo plano.

Las relaciones en general y en especial las de pareja requieren un buen grado de salud mental, para que sean -esencialmente- un espacio de amor, disfrute, crecimiento, apoyo y buena compañía. Eso requiere de un continuo trabajo personal y de la insesante disposición a asumir la responsabilidad del buen funcionamiento de la relación. Cuando alguien insiste mucho en la obviedad de que la responsabilidad es compartida, por lo general es porque está más concentrado(a) en buscar lo que el otro hace para generar los conflictos, que en su propia contribución. Las condiciones aquí descritas refieren al aporte de salud mental invertido por uno mismo en la relación; es un trabajo personal que coexiste con asumir esa responsabilidad, por tanto, deben desarrollarse en cada quien, no exigirlas al otro. De todos modos, trabajarse para tener esas condiciones y vivir según ellas, aumenta las probabilidades de relacionarse con personas que también las tengan.

Que no temas que la relación se pueda romper, porque así no te vendes al miedo. No vivir bajo el temor de perder la relación habla de un apego seguro, de haber internalizado relaciones afectivas estables, sólidas y confiables. Si eso no se aprenció en la infancia, toca trabajarse en psicoterpia. El temor a perder la relación conlleva usualmente a ponerse en segundo plano para hacer lo que sea por salvarla, sacrificando tranquilidad, dignidad y autenticidad; justamente aspectos que más bien se requieren para que la relación funciones mejor.

Que te respetes, para que los límites estén claros. Relacionado con la inseguridad de temer perder la relación, si no hay respeto por uno mismo, no se establecen los imprescindibles límites. Paradójicamente esto genera irrespeto en los demás. Cuando te respetas, como consecuencia respetas al otro, lo cual es una de las condiciones esenciales de las relaciones duraderas.

Que honres el origen de lo que sientes, para que puedas manifestarlo con dignidad. Esto tiene que ver con dos aspectos: el primero se relaciona con respetar y amar quien eres, sin juzgar, ni cuestionar lo que proviene de ti. El segundo, con asumir que lo que se ve y se siente viene de uno mismo, sin culpar nada externo como causante, porque eso siempre puede ser debatido y rebatido.

Que sepas que no tienes la verdad en la mano, porque así dejas de querer controlar lo incontrolable. Y lo incontrolable son los demás y el devenir de la vida.

Que te conozcas, para así respetar la individualidad del otro. Conocerse implica reconocer e identificar el origen de nuestra manera de ser; por tanto, entendido esto en uno, conlleva a aceptar que la manera de ser del otro está enraizada en su propia historia, que, al no poderse cambiar, tampoco pueden cambiarse sus resultados.

Que estés consciente de tu inherente libertad, para que reconozcas tu decisión detrás de cada situación. En cualquier situación en la que estemos, interna o externamente, hay una decisión detrás, la mayoríaa de las veces inconsciente. La libertad radica en que siempre se puede elegir de otra manera, una vez identificada la decisión.

Que te perdones, para que sepas que no tienes nada que perdonar al otro. Primero debemos estar dispuestos a vernos inocentes, para ver inocencia en el otro; sentirnos culpables lleva a querer culpar al otro, para liberarse de la ansiedad. Perdonar es reconocer que no hay nada que perdonar; rescatar que el evento se percibe y se interpreta y que ver daño es una elección.

Que sepas que tu valor no requiere pruebas, para no exigir reconocimiento de los demás. La tranquilidad de reconocer el propio valor, que es el mismo que el del otro y de todos, ahorra el esfuerzo por demostrarlo y la expectativa del reconocimiento, dos factores que pueden crear desgaste dentro de la relación.

Que te ames mucho, para que puedas amar mucho. No se puede dar lo que no se tiene y el amor es el nutriente primordial para una relación sana. Además, siendo que se recibe lo que se da, entonces ese empezar amándose uno mismo, asegura un intercambio de amor, un dar y recibir (que no dar para recibir) tan enriquecedor para ambos, al final, la razón de todo el esfuerzo.

Como ves, no se trata de claves acerca de conductas para poner en práctica, como: una cuidar la comunicación, darse espacio, compartir actividades recreativas, etc. Esas cosas son importantes, pero hay que tener claro que son mucho más fáciles de alcanzar cuando están presentes las aquí expuestas, porque la repercusión de éstas es más profunda, y cuando existen, "el hacer" pasa a un segundo plano.

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