Vivir Dos Veces es una película española orientada en la época actual, que gira en torno a la instalación de la Enfermedad de Alzheimer en Emilio, un profesor de matemáticas jubilado y viudo, con una hija convencional, una nieta vivaz y un yerno desempleado como única familia y con un amor de adolescencia como su principal y amenazado recuerdo. La aparición de esta enfermedad cambia la vida de todos, no solo porque tienen que modificar sus rutinas y cuidar al profesor, sino porque se caen los roles familiares definidos,los esquemas de relación, la manera de ver al otro y en especial la manera de entenderse, relacionarse, quererse y tratarse.
Lo que hace a la película recomendable es que no se centra en los aspectos dramáticos del diagnóstico, sino en las decisiones obligadas que surgen cuando inevitablemente se revisa con otra mirada lo que se ha hecho con la vida, al tomar conciencia de lo poco que queda de ella. Nos señala los cambios positivos que ocurren en cada uno de los personajes y en la familia como unidad, cuando uno de los engranajes deja de dar vueltas igual que antes y a los otros no les queda sino encajar con la nueva rueda.
Lo que hace a la película recomendable es que no se centra en los aspectos dramáticos del diagnóstico, sino en las decisiones obligadas que surgen cuando inevitablemente se revisa con otra mirada lo que se ha hecho con la vida,al tomar conciencia de lo poco que queda de ella.
La película tiene mensajes directos o quizás denuncias claras a los neuropsicólogos -y a todo el personal de la salud-, acerca de la necesidad de ver a cada paciente en su individualidad y respetarla con un trato personalizado. Parece obvio, pero a veces los síntomas y diagnósticos opacan a quién está detrás de la etiqueta, con sus propias singularidades, posibilidades y necesidades. Meter a todos los pacientes en un mismo saco y actuar de la misma manera con todos por igual, irrespeta al paciente y minimiza al profesional a un guión sobre aprendido.
A los familiares de pacientes con demencia les muestra las posibilidades que se esconden detrás de una aparente tragedia. Demuestra que hay otra manera de ver la enfermedad en el hogar, cuando se priorizan los afectos sobre el conflicto, las defensas o el resentimiento. En el ambiente médico y psicológico, al cuidador se le tiende a hablar más del síndrome que se le vaticina: el Sindrome del Cuidador, caracterizado por sensación de sobrecarga, ansiedad, tristeza, pérdida de la calidad de vida, embotamiento y aislamiento social. Si bien es frecuente que los cuidadores tengan uno o más de estos síntomas, las causas son variadas, particulares a cada familia y no se pueden adjudicar exclusivamente al hecho de ser responsable del cuidado del enfermo, por más agotador que resulte la tarea, que muchas veces es tiempo completo. La realidad y los estudios científicos demuestran que existe también la posibilidad de crecer como persona cuando se asume el rol de encargado del bienestar y cuidado de alguien. Y esto es de suma importancia.
La película muestra cómo el ver la herida detrás del defecto de carácter facilita el perdón y la aceptación.
La película muestra cómo el ver la herida detrás del defecto de carácter facilita el perdón y la aceptación; enseña a darse cuenta que siempre puede encontrarse un punto de unión, a través del cual conectar con el otro que en un principio parece demasiado ajeno. También ofrece la opción de priorizar los sentimientos sobre los convencionalismos y cómo esto promueve el autodescubrimiento y te acerca al otro. Recuerda que los hijos son reflejo del conflicto entre los padres, por lo que no se debe intentar corregir su conducta sin ir a la causa. Apunta al amor como lenguaje universal que se le escabuye a los déficit, conecta generaciones, minimiza diferencias y disuelve agravios. Nos invita a ver cómo el confrontarse con realidades crudas hace que las caretas pierdan su sentido y vuelva insoportable seguir llevándolas. Siempre hay otra manera de ver y cuando uno está dispuesto a abandonar lo que se defiende, las cosas afuera, sin cambiar, cambian.
Cómo pasearse por todos estos mensajes de forma amena y divertida fue todo un arte de esta película, una de las que se te queda en la mente por unos días.
Existe también la posibilidad de crecer como persona cuando se asume el rol de encargado del bienestar y cuidado de alguien. Y esto es de suma importancia.
Hay un sólo detalle que no entendí de la película y si alguien me da su opinión, la agradecería: Emilio niega tener familia cuando recibe el diagnóstico, luego se encuentra con la hija en el hospital y le muestra rechazo, la evade y ella tiene que insistir mucho para estar con el. Esto no puede deberse a las fallas de memoria, en tanto olvidarse de los hijos ocurre en etapas muy tardías en la evolución de la enfermedad; ni tampoco parece ser porque estuviesen las relaciones rotas hasta el momento del diagnóstico, porque luego muestran a Julia (la hija) con una preocupación y atención que viene de un cariño instalado sin resquebrajamientos, no uno que acaba de aparecer.
Vivir dos veces fue escrita por María Mínguezy dirigida por Maria Ripoll. Elenco principal: Oscar Martínez (Emilio), Inma Cuesta (Julia), Mafalda Carbonell (Blanca), y Nacho López (Felipe). Productoras: RTVE y Netflix.